¿Quién no quiere ir a un bar como aquel de Cheers, donde todo el mundo conoce tu nombre? En un espacio así, alrededor de un bar entrañable, se desarrolla esta primera novela de Moehringer, autor premiado con el Pulitzer de periodismo y escritor encubierto de aquel fenómeno editorial que fue la biografía “Open” del tenista André Agassi. Ese tópico de los andaluces que dice que si están contentos se van a un bar a celebrarlo y, si están tristes, se van a un bar a consolarse, se podría aplicar perfectamente al neoyorquino protagonista de esta novela, que tiene como centro de gravedad en su vida el alcohol y los compañeros de la barra de un bar.
A nivel formal, Moehringer parece tomar como modelo las denominadas Bildungsroman o novelas de aprendizaje, además de las biografías noveladas de autores como Jean Echenoz sobre Zatopek o Tesla, para articular su propia novela autobiográfica. Esta vez, en lugar de escoger la vida de otro, como hizo con Agassi, escoge la suya propia, a través de sus recuerdos en un bar llamado Dickens, primero, y Publicans después. Un típico pub de barrio, donde los clientes son como una gran familia.
A lo largo de sus páginas, la novela desgrana los momentos más importantes de la vida del joven Moehringer, desde su niñez hasta los veintipocos años, sufriendo y disfrutando de su vida, con un padre ausente al que solo conoce de escucharle por la radio, una madre que le profesa un amor infinito, una gran familia de primos y tíos que se ven obligados a vivir juntos en casa de los abuelos, una novia que a veces le quiere y otras veces no le quiere… y, sobre todo, la gente del bar y el bar. El bar como excusa para cualquier cosa. El bar todo el tiempo.
El bar le ofrece un gran catálogo de hombres para sustituir a ese padre ausente, la mayoría de ellos de palabras y gestos contenidos: “Nos dimos un abrazo en la calle, ese abrazo que se dan los hombres y que es como si tuvieran miedo a contagiarse de alguna enfermedad”. “El bar de las grandes esperanzas” es una novela que entretiene y se lee con facilidad y que, irremediablemente, nos recuerda a cada uno un bar en el que nos sentimos como en casa. Por cierto, el bar de la novela existió de verdad y, en la actualidad, se llama Edison’s Ale House, y puede visitarse en el barrio de Manhasset, en Nueva York.

Puntuación: 3,5 / 5
Texto aparecido en la revista ElMarrajo