07 mayo 2008

Poética

Tergiversando el contenido de una conferencia de Antonio Colinas que llevaba el título de Qué es y qué no es poesía, Colinas decía, más o menos, que poesía suelen ser las composiciones versificadas que no se pueden pasar a prosa. También decía que si cada año se le pidiera a un autor que hiciera una poética nueva, lo que preparara seguramente distaría bastante de un año para otro. Para demostrar que esto es absolutamente cierto, Antonio García Fernández, el autor, ha preparado una selección de poéticas de años diferentes.
La primera de ellas es del año 1999:

Escribo como los demás
por la necesidad imperiosa del recuerdo.
Porque soy un bárbaro
y busco el brillo infinito.

En esta primera poética queda claro que el autor anda buscando la eternidad por medio de su obra, una eternidad sencilla de libro publicado, pero una eternidad al fin y al cabo. En los versos hay sin duda una falta notable de modestia, que se escuda en la igualdad con los otros poetas –recalco el resabido verso de “Escribo como los demás”- y que es un signo claro de adolescencia tardía.
La segunda de las poéticas es del año 2003 y dice lo siguiente:

Yo es un otro que me mira y se ríe de estos diarios sentimentales.

En esta segunda obra, el autor ya ha comprendido que no pasará a la posteridad y aunque le cuesta asumirlo, es capaz de rescatar el humorismo; aparece la frase mítica de Rimbaud, hecho todo un novísimo, en contraposición a los poetas de la otra sentimentalidad. Y en realidad, todo esto es un juego, porque todas estas referencias le son imprescindibles para poder escribir sus versos. Obviamente, aunque varíen las composiciones, todo este bagaje está presente en su obra posterior. Sin ir más lejos, estas palabras que ahora escribo, que deberían ser algo íntimo y personal, están escritas en tercera persona como diciendo: “Yo es otro, ¿se han dado cuenta? Yo es otro. No soy yo.”
La tercera de las poéticas es del año 2006 y dice lo siguiente:

Soy un impostor.
He conseguido infiltrarme en el espacio reservado a los que comen canapés.

Y es que tal y como está instaurado el sistema, el mayor reconocimiento al que puede llegar un poeta es que le inviten habitualmente a canapés, es decir, que las instituciones se fijen en su obra, salga publicado regularmente y tenga una consideración entre sus iguales. Entre los asistentes a actos con canapés suele decirse, de vez en cuando, una frase refiriéndose maliciosamente a alguno de los autores que casualmente no está ese día: “Muchos de los que escriben dejarían de escribir si nadie les publicara”.
Para hacer de escudo ante la perversidad de la frase, el poeta escribió en un tren una reflexión brillante e inteligente que es su última poética hasta la fecha, de marzo del año 2008:

Estoy cansado, tengo sueño
dejadme en paz.
¿Ese canapé te lo vas a comer?

4 comentarios:

Manolo Arana dijo...

brillante, curri.


fantástico ejercicio reflexivo.


(en lo que va de año llevo 3 poéticas...)

Manuel G. Mairena dijo...

de las mejores poéticas que he leído. por favor, instituciones del mundo, pongan ya chuletones y déjense de piscolabis!

Enrique M. dijo...

Igual que el creyente despersonaliza una parte de si de la que no se quiere hacer cargo, el creativo artistico debe desvincularse de una parte de si que se debe hacer cargo del creativo desamparado. Una necesidad materna como cualquier otra. Mejor comer canapes.

camaradeniebla dijo...

currín currín
qué majo.Me ha gustado todo.¿no serás primo de Menard?

Besotes, es un buen cuento.Deberías conservarlo como tal. Lo de infiltrarse entre los canapés...:-)