Ahora
que se celebra el día del libro es un buen momento para recordar a José Ángel Valente. El
poeta, uno de los más grandes del siglo XX en España, vivió en el centro de la
ciudad de Almería y tenemos la suerte de disponer de su casa para que sea un
museo. Este espacio, después de muchos años de espera, parece que en unos
meses, al fin, abrirá sus puertas. Tan larga ha sido la espera que hasta se
creó una plataforma para pedir la apertura de la casa. Del proyecto escogido poco sabemos, pero hay que tener confianza. Porque
sí, porque es mejor tener confianza que no tenerla y porque no nos queda otra. Esperemos
que se respete el esfuerzo del gran proyecto que hizo
Ana Gaviera para la casa y se mantenga el espíritu absolutamente moderno de su Valente itinerante.
Ojalá que sí, porque lo habitual en estas tierras es que, cada vez que a alguien
le encargan un proyecto, quiera hacer tabula rasa y empezar de nuevo, dejar su impronta de
genio e ignorar todo lo anterior, como si lo de antes no valiera ya nada. Estamos
hablando de respeto. Que cuando entremos en la casa del poeta haya un poco de imaginación,
que no haya un vídeo de un viejo explicándole a un niño quién era el poeta y
que la casa no tenga esos terribles paneles con lenguaje político-administrativo
que igual valen para presentar a un músico que a un encofrador y que pudren los
museos cuando hablan de poner en valor,
implementar, ser proactivo, dinamizar y
toda esa jerga que tan poco tiene que ver con los artistas y su obra. Ojalá que
cuando entremos en la casa del poeta reconozcamos a Valente. Ojala que sí.
Publicado el 23 de abril de 2015 en la revista El Marrajo
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