17 enero 2015

GARUM

En muchas ruinas romanas he visto unas pequeñas piscinas con poca profundidad, adosadas unas a otras. Esas piscinas no servían para bañarse, sino que se usaban para fabricar el garum, que era un paté o una salsa de pescado que los romanos utilizaban para muchas de sus comidas. Este aderezo se fabricaba dejando macerar al sol restos de pescado durante un mes, más o menos, esperando que aquello fermentara, y removiendo de vez en cuando hasta que se convirtiera en una pasta marrón espesa. A pesar de lo que pueda parecer, aquello era considerado un pequeño manjar, así que, si era un manjar, yo quería probarlo.

Busqué por internet garum a ver si a alguien se le había ocurrido comercializar esta delicia antigua, pero no. Lo que sí encontré en un foro de alimentación y latinismo, fueron los pasos para fabricarlo de manera casera. No parecía difícil. Tenía algunas complicaciones, pero nada que no pudiera hacer. 

Y entonces, me puse a prepararlo en casa. Cogí un cubo grande de plástico, eché un poco de agua, hierbas aromáticas y sal en el fondo, lo puse al sol y fui dejando caer al cubo todos los restos de pescado que me iban quedando en las comidas. Ya estaba en marcha aquello y no tardé mucho en sentir el olor. Un olor penetrante y constante que me acompañaba en cada respiración, aunque no estuviera en casa. A los pocos días, una nube vaporosa de color amarillento se había apoderado ya de mi casa y un ejército de moscas verdes se había hecho fuerte alrededor del cubo. Los vecinos me preguntaban si tenía mal las tuberías o si mi perro había muerto y no encontraba su cadáver. Y yo sonreía y les decía No, no... Es que estoy haciendo un experimento, pero ya voy a terminar pronto. Y esa era mi intención, pero no pude hacerlo. Muy cívicamente, en una reunión extraordinaria de la comunidad, mis vecinos me pidieron que acabara con aquello si no quería que llamaran a la policía o algo peor. Y no fue porque pudiera venir la policía, fue ese algo peor fue lo que me dio miedo. Que no me dijeran exactamente la amenaza, sino que la dejaran a mi imaginación hizo que temiera que pudiera pasarme algo muy grave... Y me deshice de mi garum tirándolo por el váter. 

Cuando ya casi había olvidado mi ilusión por probar esta salsa, encontré en una web un comentario de un tipo que decía que la salsa tailandesa de pescado era muy similar al sabor que debía tener el garum porque el principio por el que se obtenía -la fermentación al sol de restos de pescado- era el mismo. Pero claro, encontrar esa salsa tampoco iba a ser fácil. Miré y vi que en mi ciudad no podía encontrar esa salsa en ninguna parte. Y pedirlo por internet me pareció una frivolidad. No sé. Me lo pareció. Unas semanas después, hojeando las páginas de publicidad del supermercado Lid'l (que se pronuncia El Li entre los almerienses) vi que era la semana oriental y entre los productos exóticos destacados estaba la salsa tailandesa de pescado. Qué alegría. Qué bien. Fui y compré tres botes.

Estaba ansioso por probar aquello, así que compré una melva y me la prepararon para hacerla a la plancha, la aderecé con esa salsa, la hice en su punto con un poco de ensalada y cuando por fin me senté a la mesa y lo probé, me pasó como a Obélix cuando aquel romano le dio a probar caviar advirtiéndole que aquello que iba a degustar iba a ser el mayor manjar que pudiera probar nunca. A mí, como a Obélix, me pareció que aquello estaba muy salado.

1 comentario:

Merchego dijo...

Mmmm... ¿por qué me temía este final?