Morir en los jardines de oro
con gusto metálico en la boca
-contra el elitismo lírico
acuden las moscas que somos.
Quedarse ebrio de tanta melancolía
y ver la mano vieja
que te acaricia. Caer
junto al palacio, preso del frío.
Despertar estrangulado
por cortinas de terciopelo
y en un espejo de filo de plata
contemplar el último gesto.
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